Fiordos en el Costa Luminosa, Oslo
Día 7: Entre esculturas y vikingos
![]() | Costa LuminosaNaviera: Costa Cruceros Año construcción: 2009 Tonelaje: 92.600 Tn Pasajeros: 2.600 Tripulación: 921 |
Este día nos levantamos sin dar crédito a lo que veíamos, en lugar de cielo gris y de lluvia nos encontramos con un cielo azul sin nubes, un sol radiante y lo mejor de todo, al salir al balcón del camarote la temperatura era más que agradable, podríamos decir que hasta hacía calor. La noche anterior al leer el Today ya vimos que la predicción meteorológica era esa y la temperatura 27 grados, pero incrédulos nosotros, lo pusimos en duda. Después de temperaturas bajas y lluvia abundante era demasiado pedir, pero para nuestra sorpresa y lo que es más, nuestro agrado, era una realidad. Así que nos dispusimos a desayunar en el balcón del camarote disfrutando de las maravillosas vistas que la entrada al fiordo de Oslo nos ofrecía.
Al poco el barco atracó en el puerto, justo enfrente de la fortaleza de Akershus. Esta fortaleza es un complejo de edificaciones militares que fueron erigidos en la edad media como castillo real. Actualmente es empleada como cuartel general, escuela de oficiales y espacio de alojamiento.
Un poco más al fondo también pudimos ver el ayuntamiento. Este edificio se comenzó a construir en 1931 y es uno de los edificios más emblemáticos de Oslo ya que en él se celebra la ceremonia del premio nobel de la paz. En junio del año 2005 por votación popular fue designado “estructura del siglo” de Oslo.
La gente comenzó a desembarcar, en el mismo puerto se encontraban varios “big bus” turísticos y también los autobuses para las excursiones.
Nosotros ese día volvimos a optar por la excursión del barco, escogimos la llamada ” súper Oslo y bar de hielo”. El tiempo en esta ciudad iba a ser escaso por lo que esta opción nos pareció la más completa y segura para poder ver la mayor parte de la misma.
Después de subir al autobús y de que nuestra guía se presentase nos dispusimos a realizar una visita panorámica por la ciudad. Como pasa en cualquier sitio, con sol las cosas ganan mucho más, la ciudad de Oslo se nos presentó como una ciudad amable, limpia, una ciudad moderna pero con la naturaleza integrada en ella de una forma natural y práctica. Grandes parques con fuentes, jardines, el palacio real y demás edificios administrativos fueron desfilando por nuestra vista. Como siempre digo, una lástima no contar con más tiempo y poder imbuirte en la vida de la ciudad, pero quedándose con lo positivo, es una manera de tomar contacto.
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Nuestra primera parada fue el emblemático parque Vigeland. Probablemente el parque más famoso de Noruega. Se trata de una exposición permanente de las esculturas de Gustav Vigeland, todas ella realizadas entre los años 1907 y 1942.Ocupa una extensión de cerca de 32 hectáreas y se divide en 5 áreas: La cancela de la entrada, el puente, la fuente, el monolito y la rueda de la vida.
La mayor atracción es el Monolito que es un bloque de granito que se alza sobre una plataforma octogonal escalonada de 17 metros de altura y esta esculpidos con 121 figuras humanas desnudas y entrelazadas. Todas las esculturas del parque están desnudas, todas excepto una, la del propio Vigeland, que se encuentra a la entrada del mismo. Otra de las esculturas más famosas es la llamada “Sinnataggen” o el niño con rabieta o enojado. Esta comparte el puente con otras 57 estatuas más y ha llegado a ser incluso el símbolo de Oslo.
El conjunto de la fuente es de bronce con esculturas y bajorrelieves, inspirados en acontecimientos de la vida cotidiana y que van desde el nacimiento hasta la muerte. Temas todos ellos de suma importancia para Vigeland.
En este parque pasamos una buena parte de la mañana. Los noruegos aprovechando el fabuloso día se encontraban disfrutándolo y estaban a lo largo del mismo tomando el sol o paseando con sus mascotas y sus niños.
Seguimos la ruta indicada y nos encaminamos hacia el museo de barcos vikingos. Este está localizado en el barrio de Bygdoy y forma parte del museo histórico de la universidad de Oslo. Es un museo pequeño donde pudimos ver los restos de tres barcos vikingos, uno de ellos en un estado de conservación espectacular y allí nos asombramos de que este pueblo de marineros y comerciantes se hiciesen a la mar en estas pequeñas embarcaciones. Y más cuando habíamos podido comprobar in situ, lo bravío que puede llegar a ser el mar del Norte.En este mismo enclave vimos de pasada el palacio de verano de la familia real noruega.
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La mañana iba pasando y nuestra siguiente visita fue el “icebar” o bar de hielo. Esta resulto de lo más divertida. Después de esperar un poco mientras nos iban colocando una especie de capas con guantes y capuchas de lo más abrigadas en el interior del recinto, nos dispusimos a acceder al propio bar. Este no deja de ser una gran cámara frigorífica decorada con grandes bloques de hielo, con una barra y varias mesas, todas en hielo, donde te puedes tomar una copa ( de hielo también) de champan a la temperatura más que agradable de -4º.El contraste entre los casi 30º del exterior y los -4º del interior no fue tan brutal, pero de momento, a los casi 20 minutos de estar dentro, el frio empezó a hacer acto de presencia y con él las tiritonas, por lo que decidimos salir. La visita fue muy divertida y es algo que no deja de ser original. Lo recomiendo para pasar un buen rato.
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Nuestra última parada fue en la Opera nueva de Oslo. Esta parece emerger desde el mar y se trata de la nueva joya futurista de la capital noruega. Abrió sus puertas al público el pasado mes de abril. La construcción está inspirada en un tempano que emerge desde el mar, con una superficie revestida de mármol blanco y una enorme fachada de cristal con paneles solares. En ella puedes pasear por el techo, algo que no dudamos en hacer y disfrutar de unas magníficas vistas. También accedimos al vestíbulo que consiste en un espacio abierto, con decoración minimalista y con materiales sencillos como madera, cristal y piedra.
De ahí y ya casi al mediodía, regresamos al barco.
Ese día la navegación al salir de Oslo fue una verdadera gozada, el sol nos daba de lleno en el balcón de nuestro camarote, la temperatura no podía ser mejor y el paisaje fue espectacular. El fiordo de Oslo está repleto de pequeñas islas con casitas de postal, en medio del agua puedes ver muchos faros de colores y ese día había muchas embarcaciones disfrutando de la navegación y del sol. No podíamos despedirnos de mejor manera de una ciudad que nos sorprendió muy gratamente.
Al ser la última tarde en el barco, ya el crucero tocaba a su fin, como viene siendo normal, fue el turno de la charla explicativa y entrega de etiquetas para las maletas. También tocó el turno de hacerlas, tarea que no me agrada nada, sobre todo cuando sabes que ya lo bueno se acaba.
Con todo ya listo y preparado, nos dispusimos a tomar algo antes de la cena y empezar a despedirnos de todos los amigos que en este recorrido hemos hecho. Durante la cena hubo una especie de despedida por parte de todo el personal del comedor. Dos parejas de amigos fueron el centro de nuestras envidias (siempre sanas) porque ellos continuaban crucero, esta vez por las capitales bálticas, a los demás nos esperaban nuestros hogares, pero al día siguiente a pesar de ser el último todavía le faltaba, pudiéramos llamarlo así, la guinda del pastel, lo terminaríamos con Copenhague, pero eso como siempre lo dejo para la próxima entrega.
Continuará…….
Conchi Castañeira.
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![]() | Conchi Castañeira:“Me inicie en el mundo de los cruceros en el año 1999, con la compañía Costa Cruceros, a bordo del Costa Riviera, un barco del que guardo un grato recuerdo. El crucero fue de 10 días, desde Savona a Tierra Santa, pasando por Alejandría y gran parte del Mediterráneo. De aquella los cruceros poco o nada, tenían que ver con los de ahora. No existía tanta oferta ni información. Se encarecían muchísimo más. Los barcos no eran las moles de ahora, tenían el encanto especial de los cruceros que habíamos visto en el cine y, desde luego, se mimaba muchísimo mas al pasajero, era todo más personalizado“ |
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