Excursiones de cruceros: Izmir
Descubriendo las ruinas de Efeso
por Jesús Rico
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DÍA 6 – Izmir
Aunque el desayuno en el camarote del día anterior fue una experiencia agradable prefiero el bullicio del buffet, además de tener la posibilidad de escoger entre un mayor tipo de comida diferente. Y así fue como nos dirigimos a saborear un fabuloso desayuno con unas increibles vistas sobre el mar.
El inicio del día anterior había sido muy arduo porque tuvimos que lidiar con los taxistas griegos hasta la salida del puerto. Algo debieron adquirir estos últimos del carácter turco, durante los más de tres siglos que pertenecieron sus territorios a los otomanos, porque los taxistas turcos eran igual de desagradables a la hora de conseguir clientes.
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Sin embargo en esta ocasión sí que aceptamos el señuelo y empezamos a regatear, ya que la mejor manera de llegar a Éfeso, desde Esmirna (Izmir), si no has contratado la excursión con la naviera o con alguna agencia local, es en taxi, dada la distancia que separa la ciudad que supuestamente vio nacer a Homero, Esmirna, con la antiquísima ciudad donde estuvo ubicada una de las maravillas de la antigüedad, el templo de Artemisa.
Iniciamos nuestro regateo y aunque logramos que los taxistas nos transportaran por 20 € a Éfeso y a la “casa de la virgen María”, lugar que no recomiendo visitar a nadie a no ser que sea muy creyente, decidimos pagar 30 € y que a la vuelta de Éfeso, nuestro taxista, muy embaucador él, además de un choricillo de primera, nos diera una vuelta por Izmir y que nos enseñara el castillo de la ciudad (desde el cual tuvimos la suerte de observar unas magníficas vistas de la ciudad y el puerto con nuestro barco) y una pequeña pero coqueta mezquita.
Antes de subir al coche creíamos haber dejado claros dos asuntos, que luego nuestro taxista olvidó de manera ruin, al menos una de ellas. Estos dos puntos eran:
1 – El taxista nos comentó que las entradas a la casa de la Virgen María y a Éfeso estaban incluidas en el precio final. Esto no nos lo creímos porque el precio, sin incluir las entradas, ya nos parecía bueno al tenerlo todo el día con nosotros, aunque bien que se lo recalcamos varias veces durante el viaje de ida porque nos sorprendió que el servicio fuera tan barato y él nos decía que sí que estaba todo incluido. Achacamos al problema del idioma (el taxista sólo hablaba turco e italiano) ese hecho aunque aún creemos que el tipo quiso llenar dos taxis de españoles pardillos.
2 – Le dejamos bien claro que no queríamos parar en ninguna tienda durante todo el día. En este punto sí que nos entendió porque lo confirmó con su italiano, pero antes de llegar al destino se detuvo en la primera tienda con la excusa de que todas las excursiones estaban en ese momento en la casa de la Virgen María y no quería que nos agobiáramos con el gentío. Vamos, un cínico en todos los sentidos.
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Con el primer enfado del día llegamos a la “supuesta” casa de la Virgen María. Es ahí donde el tipo detiene el coche junto a las taquillas y nos dice que debemos pagar 6 euros cada uno por la entrada. Ahí ya nos dimos cuenta al 100% que su italiano era muy pobre y escurridizo, jajaja. He de decir que algunos del grupo no queríamos acudir al timo de la casita, pero como a dos de los miembros de nuestra “pequeña familia” les hacía ilusión pues accedimos a entrar. Son los peores 6 € que he gastado en cualquier excursión que he realizado desde que descubrí los cruceros.
Todo para ver un pequeño edificio en el que no te dejan hacer fotos, aunque mi mujer sí que tomó alguna instantánea; ¿no será porque de este modo ganan más dinero vendiendo las postalitas? Bien, un minuto dentro de esta casa y visita terminada, no da para más. En sus inmediaciones hay un pequeño altar y una fuente con tres caños; el agua que sale de cada caño sirve para que, al ingerirla (decían que estaba malísima, yo ni la probé) mejore la salud entre otras cosas. Imaginando que el origen de los tres caños es la misma tubería, no sé en qué momento esta agua se convierte en milagrosa para que cada caño mejore una propiedad diferente, pero bueno, cada uno que crea lo que quiera. La pequeña excursión termina con un panel inmenso y verdaderamente antiestético donde los fieles dejan sus peticiones a la Virgen…
Después de esta vana experiencia, nuestro pícaro taxista nos deja a las puertas de Éfeso y nos convoca a la salida una hora y media después. Que suerte haber llegado en febrero a Éfeso. Este antiguo yacimiento, que no tiene ninguna sombra, debe ser un infierno en verano, además de la angustia que puede provocar la cantidad de gente que debe de visitar el yacimiento durante el periodo estival, a tenor del mayúsculo número de turistas que había en febrero. La entrada cuesta 10 €, un muy buen precio, sobre todo si lo comparamos con el de la casa de la Virgen María. Realmente es un espectáculo estar en Éfeso, pero la ausencia de un guía hace que la visita no se pueda disfrutar al 100%, por lo que el recorrido, que podría durar perfectamente varias horas lo terminamos en unas dos horas. Algunos edificios tienen un alto grado de conservación; de hecho alguno de ellos, como el teatro, son una maravilla. La acústica de éste es espectacular, ya que estando yo en la parte superior del graderío oí perfectamente cómo me llamaban mis compañeros por mi nombre desde la orchestra sin necesidad de elevar la voz. Otros edificios importantes o curiosos, son la fachada de la Biblioteca de Celso, el odeón o las letrinas, entre otros.
Antes de salir del yacimiento asistimos a una representación en Harbour Street. Imagino que esta pequeña obra teatral se efectuará durante todo el año, aunque en esta ocasión tenían un cartel dando la bienvenida a los turistas del Jade; no es nada del otro mundo.
Finalizada la visita nuestro taxista nos esperaba junto a las tiendas de souvenirs. Con nuestro ánimo ya calmado después de sus continuos engaños encaramos la siguiente parte de la excursión con la incertidumbre de no saber a qué atenernos. Si la ida hacia Éfeso había sido por la autopista esta vez volvíamos a Izmir por una sinuosa y bella carretera costera. A la llegada a la ciudad nuestro chófer dio una vuelta por la ciudad hasta que empezó a ascender hacia el castillo. Ninguno sabíamos que podíamos encontrar y lo que vimos y vivimos nos encantó.
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No es el mejor barrio de Izmir, sin duda, el que rodea el castillo, pero nos permitió ver a gente humilde en sus quehaceres diarios. Lo primero que vimos fue un montón de chiquillos jugando dentro de las murallas de la fortaleza; lo que nos hizo comprender que este monumento no debe estar dentro de las principales rutas turísticas de Izmir. Además de estos niños, a unos 100 metros pudimos degustar pan recién hecho en hornos callejeros delante de nosotros. Estos hornos estaban construidos de manera rudimentaria y, además de las mujeres que elaboraban este pan tan sabroso, los niños se agolpaban junto a nosotros pidiéndonos dinero. En esos momentos no sabíamos que pensar, si estábamos viviendo una experiencia única, nos habíamos adentrado en la boca del lobo o las dos cosas al mismo tiempo. Volvimos al lugar donde vimos a los primeros niños jugando y con el efecto sorpresa y temor atenuados descubrimos a unas mujeres elaborando auténticas alfombras turcas de forma manual con unos instrumentos bastante primarios. Nada que ver con las alfombras que te venden en el Gran Bazar de Estambul. Sin duda no eran tan bellas pero al menos teníamos la certeza que estas eran originales y no de facturación china como pueden ser la mayoría de las que puedes adquirir en las tiendas del Kapali Carsi en Estambul.
Después de observar unos minutos a las mujeres trabajando el textil, el siguiente, y último punto de esta visita fue una torre de la muralla que nos descubrió una vista hermosa de la ciudad, así como del puerto donde se encontraba tranquilamente atracado el Norwegian Jade a la espera de la llegada de los hambrientos y cansados turistas.
Era ya un poco tarde, por lo que nos dirigimos rápidamente hacia la mezquita que habíamos acordado con el taxista. Tuvimos que esperar unos minutos porque en esos momentos se estaban realizando los rezos. Esta mezquita, contrariamente a las majestuosas e inmensas mezquitas que hay en Estambul, es pequeña, pero no obstante igual de preciosa; pudimos disfrutar de algunas explicaciones que nuestro reformado taxista nos dio, además de realizar algunas fotos en su interior y en el banco exterior donde son ubicados los cadáveres que van a ser enterrados. El taxista se estaba ganando de nuevo nuestra confianza con sus explicaciones y ahora su italiano era mucho más inteligible.
Sin embargo, para terminar su labor tenía que volver a hacer de las suyas. Nuestra última etapa del día era la visita a Kemeralti. Bien, en el bazar estuvimos, pero no en su interior. Al contrario, nos llevó hacia una tienda “amiga” de nuevo, que formaba parte del Bazar pero que estaba ubicada en el exterior. Allí intenté regatear el precio de algunos polos que me encantaron, pero no vi a los vendedores por la labor de dejarse embaucar por mi labia, así que me quedé con las ganas de comprar algo de ropa en Izmir, al contrario que el día siguiente en Estambul.
Había finalizado nuestra excursión. No pude ver la torre del reloj, pero tampoco me importó. El día había estado bien, con pequeños momentos de tensión con nuestro taxista, pero al fin y al cabo había sido una salida magnífica. Volvimos al barco bordeando el litoral por una larga avenida atestada de cafés y pubs, que invitaban a parar a tomar una rubia, aunque desechamos la opción.
La llegada al barco fue rápida y como no teníamos ganas de discutir con el taxista y su amigo, que conducía el segundo coche, además de haber sido un día buenísimo en todo caso, pagamos religiosamente los 30 € y entramos en nuestro propio jardín del Edén, el norwegian Jade. Estábamos hambrientos en esos momentos, así que decidimos pasar por el camarote rápidamente para asearnos y acudimos a cenar en horario americano al Garden Café. Esa noche, después de comer no fuimos a disfrutar del espectáculo en el Stardust Theater. La discoteca nos esperaba y, como casi todas las noches, estaba semivacía. Así que nos tomamos una cervecillas y empezamos a pedir música menos crucerística en el momento en que los pasajeros más viejos del barco decidieron dar por terminada su jornada. Terminar una noche de crucero con Nirvana, Chemical Brothers, Ramones, etc… fue excepcional, pero el ajetreo de todo el día y el momento loco de la discoteca me terminó de extenuar.
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![]() | Sobre el autor:Jesús Rico. Hasta la fecha he podido disfrutar de cuatro cruceros, dos con Pullmantur (Sky Wonder, 2007, y Empress, 2010), con Royal Caribbean (Voyager of the Seas, 2009) y NCL (Jade, febrero del 2011). Si he de elegir alguno de estos cruceros me quedo con el primero, por descubrirme esta nueva forma de viajar y como principal razón por ser mi Luna de miel; es extraño porque el barco era el peor con diferencia y el más viejo, del año 1984.“ Siempre que pueda embarcaré en más cruceros sin tener preferencia hacia ninguna naviera. Sé que cada barco tiene su encanto personal y con eso me sobra, aunque sé que buscaré ofertas del Oasis of the Seas, el Allure of the Seas, el Epic… y por zonas los fiordos noruegos, la costa oeste o este de EEUU, Alaska o cruzar el Canal de Panamá… |
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