Un día como hoy, pero en 1897, salía del puerto de Bremerhaven un barco que iba a cambiar la historia de los viajes por mar: el SS Kaiser Wilhelm der Grosse.
Con ese nombre tan pomposo (que significa «Emperador Guillermo el Grande»), este barco alemán era toda una declaración de intenciones.
¿Sabes qué tenía de especial este barco? Pues que fue el primero en lucir cuatro enormes chimeneas, un diseño que pronto se convirtió en todo un símbolo de prestigio y potencia para los grandes transatlánticos.
La gente de la época se quedaba boquiabierta viendo semejante monstruo marino navegando hacia el horizonte.
El Kaiser Wilhelm hizo su primera travesía desde Alemania, pasando por Southampton (Inglaterra) y finalmente llegando a Nueva York.
En aquel momento, era el barco de pasajeros más grande del mundo, capaz de transportar a 800 personas en tercera clase, además de los pasajeros de primera y segunda. Todo un alarde de ingeniería naval para finales del siglo XIX.
Pero lo que pocos cruceristas saben es que este pionero de los mares tuvo un final bastante triste. Al comenzar la Primera Guerra Mundial en 1914, el gobierno alemán lo reconvirtió en crucero auxiliar armado.
Y aquí viene lo curioso: acabó siendo el primer gran transatlántico hundido en combate, durante la batalla de Río de Oro, frente a las costas de África occidental.
Hoy, cuando vemos los enormes cruceros con múltiples chimeneas surcando los mares, estamos contemplando, en cierto modo, a los descendientes de aquel Kaiser Wilhelm der Grosse.
Una nave que, sin saberlo, estaba sentando las bases de lo que serían los cruceros de lujo del futuro.