Experiencia y valoración navegando en el Sea Cloud
Sin más dilaciones y entrando en materia, tengo que señalar, que Sea Cloud Cruises, se enmarca en el segmento de las navieras de cruceros de lujo. Y después, lo más importante para mí, lo que la diferencia de la mayoría de navieras, es que sus barcos, son barcos a vela.
Si ya de por sí las navieras de lujo no son muy populares entre nosotros, que encima sean barcos a vela, hace que su conocimiento entre el público sea extremadamente minoritario.
Esta naviera cuenta con dos barcos, el Sea Cloud I y el Sea Cloud II (no es que se hayan calentado mucho la cabeza). Este año inauguran un tercero, el Sea Cloud Spirit (al menos le han puesto algo más de imaginación).
El Sea Cloud I es un barco construido en el año 1931 como yate privado y su capacidad de pasaje es de 64 personas.
El Sea Cloud II, ya es un yate moderno. Fue construido en 2001, pero se puede considerar un barco hermano del primero, ya que conserva su misma línea y aspecto marinero.
Su capacidad es de 94 pasajeros.
Esta capacidad de pasaje, ya nos hace intuir, que el servicio que vamos a recibir y el ambiente que vamos a respirar durante nuestro viaje, va a ser muy distinto de todo lo que hemos conocido en nuestras experiencias crucerísticas hasta ese momento.
Hasta aquí, todo lo que me quiero extender en cuanto a datos y detalles técnicos. El que quiera saber más, lo tiene fácil, que acuda a la página web de la naviera.(www.seacloud.com)
¿Qué se puede decir sobre la comida de una naviera de lujo?
Pues como en todas ellas, “extraordinaria”, pero por esa misma razón, porque no creo que los viajeros de estas navieras tengan la gastronomía como razón principal para la elección de sus viajes, pues tampoco quiero hablar de eso.
¿Y entonces de qué pienso hablaros?
Fácil, de sensaciones. Para entenderme mejor, os explicaré qué tipo de persona soy. Resumiendo, y para no contaros mi vida, “soy un enamorado del mar”, mi pasión es el mar. Soy el ser humano más feliz sobre la faz de la tierra cuando me encuentro en él.
Mi segunda pasión es viajar. Conocer nuestro planeta, las gentes que lo habitan, su forma de vida y la variedad de culturas, visitar los monumentos que forman parte de nuestra memoria como especie. Todo eso me hace sentir muy vivo.
Y claro, cuando se juntan estas dos pasiones, surge otra tercera, ¡¡¡¡ Los Cruceros!!!!!!
Creo que, como la inmensa mayoría de nosotros, me inicié en este mundillo, viajando en estos grandes barcos de las navieras más populares. En mis primeros viajes, me sentía como un adolescente, disfrutaba como un cerdito Ibérico en un campo de bellotas.
Pero tras unos cuantos cruceros, dentro de mí, empecé a sentir que algo fallaba, me faltaba algo. Tardé en darme cuenta de qué era, hasta que un día, al salir a cubierta, vi el mar, me di cuenta de que me faltaba el mar.
¿Cómo puede faltarme el mar si me encontraba en un barco?
Pues porque estas enormes naves de hoy en día, en mi opinión, han dejado de transmitir la sensación de navegar por el mar. Realmente, si no sales a cubierta, y te pasas todo tu viaje dentro del barco, no te darías cuenta de que estás en el mar.
Sería lo más parecido a estar en uno de esos grandes hoteles de Las Vegas. Restaurantes, casinos, teatros, simuladores, discotecas, etc. Hoy no navegas, hoy viajas por el mar. Eso hizo que en mis siguientes viajes eligiese cada vez barcos más pequeños. La cosa mejoró algo. Pero no era perfecta.
Y buscando y buscando, descubrí las navieras que realizan sus cruceros a vela. Y eso me llevó a conocer esta naviera de la que tengo que hablaros, Sea Cloud Cruises.
Dije que iba a hablaros de “sensaciones”, hasta ahora, he hablado de la sensación que había perdido y que me obligó a iniciar una búsqueda para recuperarlas. Ahora os hablaré de las sensaciones que encontré en esta naviera.
Tengo que señalar, que mi viaje lo hice sólo. Que esta naviera es alemana y que la mayoría de su pasaje es de esta nacionalidad. Además de una edad media bastante elevada. Para haceros una idea, cuando yo viajé con ellos, tenía entre 15 a 20 años menos de los que allí estaban.
Además, como buen españolito de mi generación, mis conocimientos del idioma de Shakespeare son bastante limitados, así que, encontrarme con unos descendientes de Richard Wagner, ya era para ponerse a temblar.
Pero pese a todo esto, armado de un valor que me proporcionaba la ilusión de efectuar mi primer crucero a vela, empecé a caminar por el muelle en busca de mi primera aventura de este tipo.
MI EXPERIENCIA EN EL SEA CLOUD
Subiendo a bordo del Sea Cloud
Cuando divisé los mástiles del barco y me aproximé a la escalerilla de embarque, una oleada de sensaciones hasta ahora olvidadas empezó a invadir todo mi cuerpo. Con los ojos abiertos de par en par y un ligero temblor de piernas crucé la escalerilla de embarque. Parecía un adolescente con los picores de la primavera.
Y a partir de ese instante, las sensaciones envolvieron mi espíritu.
Lo primero al subir al barco, lo que más me impactó, fue reencontrarme con todos esos materiales que han formado la historia de la navegación, las maderas nobles, los barnices, los bronces, los cabos, etc. Todo lo que uno ha visto siempre en cualquier película clásica de barcos como protagonistas.
Nada de plásticos, resinas inyectadas y cosas artificiales. Era como meterme en el escenario de una película de las que hablaba antes. Era como viajar en el tiempo. Ya empezaba a ser feliz otra vez en un barco.
Esos primeros pasos por su cubierta ya no hicieron otra cosa que confirmar que mis esperanzas de reencontrarme con el mar estaban a punto de cumplirse.
Lo primero que hice, como hacemos todos, fue instalarme en mi camarote. Ya estar dentro de él, era toda una experiencia. Todo olía, se veía, era marinero de verdad. Todo eran materiales de primerísima calidad, pero todo te hacía sentir que estabas iniciando una aventura en un barco de los de toda la vida.
Apenas tardé unos instantes en empezar mi labor de explorador por el barco. Pasear por sus pasillos, visitar sus salones con chimenea incluida, que le da un toque de distinción único, o la biblioteca, sentarme en cualquier lugar de su cubierta rodeado de aparejos de los de toda la vida, el olor a maderas barnizadas, todas esas sensaciones me trasladaban a otra época, era como estar en otro mundo.
La sensación de estar en algo que tiene historia y con una personalidad que te avasalla. Saber que este barco tiene hoy casi 90 años de vida, de verdad, que personalmente, me ponía los pelos de punta. La personalidad y las sensaciones que transmite por todos los rincones es imposible que cualquier embarcación moderna pueda hacerlo.
Pero claro, una vez superado este primer impacto inicial, me esperaba una gran incógnita por delante.
¿Cómo iba a sobrevivir yo solo entre todo esto?
De aquí en adelante voy a dividir mi relato en dos partesv. Mis sensaciones con la tripulación de este barco y mis sensaciones con el pasaje.
En todos mis cruceros, generalmente he sido excelentemente tratado por los tripulantes de las navieras. Cierto es, que yo siempre les he tratado con educación, respeto y cortesía.
Incluso siempre he tenido el detalle de aprenderme las frases suficientes del idioma de mi asistente de camarote, para demostrarle ese respeto hacia él como persona y hacia su importante trabajo para mi bienestar durante el crucero.
Pero es cierto, que sí he sido testigo, aunque en contadas ocasiones de comportamientos no demasiado edificantes de algunos componentes de la tripulación hacia otros pasajeros.
Pero lo que me encontré en este barco, va más allá de todo lo que había conocido hasta ese momento. Como queda meridianamente claro, yo era el “bicho raro” del barco. El que viajaba solo, el español que solo hablaba español, el que era un crío en comparación con el resto del pasaje. En fin, que aquello no pintaba muy bien.
Pero el comportamiento, el esfuerzo de toda la tripulación, desde el pinche de cocina, hasta el capitán, fue extraordinario hacia mi persona. Se desvivieron en hacerse entender y sobre todo en hacerme lo más cómoda y agradable posible, mi estancia en su barco.
Sobre todo, el contramaestre, Simón, el que no me dejaba abandonado en ningún momento. Este hombre era el único tripulante que hablaba español. Siempre pendiente del más mínimo detalle y cualquier cosa que necesitase.
Hasta me perseguía por el barco con una botella de su tequila personal para compartir animadas tertulias todos los días. El era el responsable, de que, en muchas ocasiones, al finalizar la jornada, cuando me dirigía a mi camarote, sintiese mover el barco al mi alrededor, como si estuviese cruzando el Cabo de Hornos en plena galerna.
Y eso, aunque estuviésemos atracados en el puerto. ¡¡¡¡¡¡¡¡ vaya con el tequila de Simón!!!!!!!!
Por eso, tengo que afirmar, sin ningún género de dudas, que mis sensaciones respecto a este factor, el de la tripulación fueron inmejorables. Pero aún faltaba la otra “X” de la ecuación, el pasaje.
¿Cómo sobrevivir entre semejante grupo de alemanes?
Sinceramente no tenía puestas demasiadas esperanzas en que mi experiencia con el resto del pasaje fuera para tirar cohetes (y mira que me gusta como buen valenciano, tirar cohetes), y mi mayor aspiración era pasar lo más desapercibido posible. Pero pronto descubrí que, en un barco con 64 pasajeros, eso era una quimera.
Pero para mi sorpresa, desde el segundo día, todos esos orondos seguidores de la Merkel, me empezaron a saludar siempre muy efusivamente. Cada vez que me cruzaba con alguien, era como una fiesta.
En vez de sentarme en una mesa a desayunar o comer yo solo, todo el mundo me invitaba a sentarme con ellos. Y la verdad, entre las cuatro bobadas que yo sabía en inglés y las cuatro bobadas que sabían ellos, pues ya eran las suficientes bobadas para partirnos de risa en cada ocasión.
Risas que eran compartidas por todo el comedor y que se escuchaban de proa a popa y de babor a estribor. Aun me acuerdo un acalorado debate con un seguidor del Bayern de Múnich a colación de la final de la Copa de Europa que perdió mi equipo, el Valencia c.f contra ellos.
Terminamos brindando todos con champán y fundidos en un gran abrazo del oso.
Sinceramente, yo tenía una imagen muy diferente de los alemanes, los veía como personas muy serias, cuadriculadas, y toda esa serie de tópicos tan manidos que conocemos de siempre.
Pero no, nada más lejos de la realidad. Viajar con ellos ha sido una gratificante y enriquecedora experiencia que me ha cambiado totalmente mi concepto sobre ellos. Otra vez una gran sensación nueva.
¿Recomiendo esta experiencia de viajar con Sea Cloud Cruises?
Mi experiencia personal fue extraordinaria en todos los sentidos. Entonces supongo que alguno me preguntará si recomiendo esta experiencia. La respuesta es: sí y no.
Todo va a depender de qué clase de viajero os consideréis. Si eres de esas personas, para los que un crucero es disfrutar de una gran cantidad de actividades, espectáculos, restaurantes, bares, discotecas, toboganes, etc. Pues no.
Si eres de esas personas que el que un barco en el mar se mueva, lo considera un fenómeno paranormal y te causa auténtico pavor. Pues no.
Si eres de los que se emociona levantando la vista y viendo cómo la potencia del viento infla las velas de tu barco, cierras los ojos y te dejas llevar por el cabeceo de la proa mientras corta las olas mojando tu rostro con el agua salada que desprenden. Pues sí.
Si disfrutas de esos instantes, sentado en tu hamaca, en cualquier lugar del barco, sin escuchar nada que no sea el crujido de las cubiertas de madera mientras tu barco avanza impulsado por la fuerza del viento. Pues sí.
Si te emociona sentir algo lo más parecido posible a lo que sintieron los grandes marinos que cambiaron la historia del Mundo, como el almirante Colón, Magallanes o Elcano. Pues sí.
Si valoras estar en un sitio lleno de historia y que desprende personalidad por cada poro de sus maderas. Pues sí.
Si no te da vergüenza formar parte de una conga integrada por un grupo de alemanes estupendos. Pues sí.
Si no te produce un deseo irrefrenable de lanzarte por la borda, asistir a una representación de la tripulación, lo más parecida posible a una actuación de la familia Trapp. Pues sí.
Solo puedo decir a modo de despedida, que, si realmente eres como yo, un enamorado del mar, y te atrae la navegación, hacerlo en una de estas navieras de cruceros a vela, es una experiencia única y que dejará huella en tu alma para toda la vida.
Incluso si no eres una persona así, te invito, a que al menos una vez en la vida, realices un crucero de estos. Igual descubres cosas que ni siquiera imaginabas.
VÍDEO
la experiencia de un crucero en Sea Cloud Cruises
Datos del itinerario a bordo del Sea Cloud I
Itinerario:
Fecha:
Tipo de camarote:
Raúl Garulo
Redactor Invitado
Raúl Garulo
Raúl es una persona con tres grandes pasiones: El Mar, viajar y la pesca. Su vida gira principalmente alrededor de las mismas. Su principal conocimiento se centra en la zona del Caribe. Lugar en donde ha residido durante un tiempo.
Él es alguien que siempre intenta contagiarte su entusiasmo sobre estos temas en cualquier conversación que compartáis. Raúl es sobre todo una persona que vive la vida de una forma pasional.
● Cruceros efectuados: 24 | ● Navieras: 9 | ● Puertos Favoritos: Antigua, La Martinica, San Bartolomé
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Experiencia navegando en el Sea Cloud de Sea Cloud Cruises
Publicado: 31 mayo 2020
Autor: Raúl Garulo para CruceroAdicto.com | Editado por Jesús García
Fotos: Sea Cloud Cruises | CruceroAdicto.com
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