Con los ojos cerrados escucho el sonido del viento en las velas, y el mar golpeando el casco del pequeño Le Ponant, mientras que enfilaba el bravío Cabo de Creus. Sorprendentemente, y a pesar de los elementos, se mantenía estable, y fuerte como un campeón. Miré hacia el horizonte, y me encontré en una total fusión con los elementos marinos: nada entorpecía el placer del Mar.
Sin duda, Le Ponant es un espíritu libre.Me había embarcado unas horas antes en el Puerto de Barcelona, entre enormes y mastodónticos barcos con miles de personas hacinadas en los embarques. Para entrar en este coqueto velero de 64 pasajeros, sólo hacen falta dos segundos, una copa de bienvenida, un capitán amabilísimo que te da la mano, y enseguida estás a bordo. Algo muy parecido a querer tener un yate privado, sin tener que comprarlo. Se llama Yacht Cruising, y es lo máximo en personalización y exclusividad en un ambiente íntimo.
Ponant Cruises es el intento galo de mantener la gloriosa herencia marítima de épocas pretéritas, cuando naves como el Normandie marcaba estilo. Los tiempos avanzan, y en un mundo tan competitivo, se puede mantener la esencia sin que el frasco sea grande. Glamour a la francesa, ambiente íntimo, en sus pequeños yates.
Le Ponant es el primero, y como tal, el baby más querido por la compañía. Si alguien se pregunta, ¿es Le Ponant el barco ideal para mi?. Hay muchas razones por las que navegar en Ponant Cruises, y más concretamente en Le Ponant es una experiencia escandalosa y pecaminosamente irresistible.

UN YATE BOMBON: SMALL IS BEAUTIFUL
Para un pasajero de Le Ponant, todo es accesorio. No necesita casinos, enormes piscinas, horteras recepciones para cautivar. Solo la navegación con un grupo de amigos. Construido en 1990 en los astilleros de Villeneuve la Garenne, como un elegante velero que llame la atención allí donde fuere, dispone de 1500 m2 de velas orientables, que aunque tienen utilidad, son algo de «postureo», ya que un motor de 1600 kw, ofrece potencia y estabilidad ante cualquier eventualidad y situación.
Si el pasajero es el protagonista, sobra que el barco destaque. Cuatro cubiertas ofrecen todo lo necesario. La cubierta inferior es increíblemente amplia, y sus 32 camarotes decorados con un refinado estilo de hotel boutique, y pinceladas marineras son relativamente grandes. Equipamiento de lujo, con amenities de prestigiosas marcas francesas, secador de pelo, minibar, amplia pantalla de televisión con programación interactiva muy completa, máquina de Nespresso para hacer café, caja fuerte, albornoz y zapatillas. Gran espacio de almacenamiento hacen de los camarotes, todos exteriores, algo perfecto.
La cubierta superior, aloja una pequeña recepción, con una boutique muy limitada, y una pequeña biblioteca. Además, una Promenade de paseo, y en popa un gran salón decorado también como elitista resort de playa, en donde domina el cuero, la madera, detalles y toques de yate con colores y texturas blancas y azules. Es un lugar perfecto para un cóctel entre amigos, degustar una bebida (todo es all-inclusive), escuchar música de piano, y una terraza trasera, en donde se celebran cócteles casi diarios, o un exquisito «afternoon tea», con los mejores macarons franceses. En proa el restaurante Karukera, decorado con toques con maderas naturales, elementos ornamentales de los Mares del Sur, y cuadros de yates y escenas marinas. Elegantísimo, ofrece espacio suficiente, para los pasajeros en turno único.
La cubierta 3 es donde podemos encontrar el puente de mando, abierto por supuesto a todas las horas, cabinas premium, y sobre todo un restaurante buffet, con su consiguiente zona de mesas exteriores, y en donde jamás encontramos problemas para encontrar sitio. Finalmente, y justo debajo de las velas, el espacio exterior, para tumbonas, y usado habitualmente para actividades deportivas, como yoga o meditación, con el monitor deportivo Hugo, o simplemente mirar al mar, leer, relajarse o ver como el viento empuja al barco.

ESCALAS EXCLUSIVAS
Últimamente los puertos están cada vez más saturados, y las grandes naves entran a codazos. El pequeño calado de nuestro protagonista le permite entrar en las escalas más exclusivas, sin tener que encontrarse con hordas de pasajeros, entrando en cada sitio. Incluso para acceder a la Toscana, hay puertos alternativos mucho más tranquilos y anónimos que Livorno, y que son perfectos para huir de la masa. Cuando buscas una experiencia de lujo, uno de los detalles más importantes es poder llegar, y atracar en lugares a donde normalmente la gente no va; esto incluye las calas más exclusivas del mundo, poder navegar en las costas menos exploradas, o por ejemplo en Europa, en el caso de Marsella, poder atracar en el delicioso Vieux Port, en pleno centro, sin tener que soportar enormes trámites, y distantes atraques.
Le Ponant remonta ríos, fondea en islas vírgenes como Porquerolles, y se mete en la lugares recónditos.

ALTA COCINA GALA
Los franceses se toman la comida muy en serio. El chef Antoine Douay debe presentar una gastronomía honesta, de calidad y alto nivel en una cocina muy pequeña, haciendo malabarismos. Brillan los platos basados en recetas universales de la gastronomía regional francesa de toda la vida, y se hace una reinterpretación moderna. Las presentaciones son fantásticas, los platos imaginativos y los postres soberbios; aunque en general, en algunos platos, hay resultados bastante insustanciales, insípidos. Donde resalta gastronómicamente el barco, es en su buffet. Poco, pero muy bien elaborado; con todos y cada uno de los ingredientes perfectos.
No hay nada más apreciado, que una simple baguette artesana recién horneada, mantequilla bretona de calidad, huevos orgánicos y está una mousse de chocolate, que provoca dosis de placer sublimes. Pura artesanía de lo sencillo y universal.

TE SIENTES COMO EN CASA
Aunque no este a bordo esta vez, El capt Marchesseau es el ejemplo de dedicación. Protegió a sus pasajeros con firmeza, cuando los piratas somalies secuestraron el Le Ponant en 2008, hasta que fueron liberados por el ejército francés, sin una baja. Marchesseau, Garcia o cualquier otro, excepcionales.
Con 32 tripulantes, para sólo 64 pasajeros es normal que conozcan hasta cada uno de nosotros, desde el primer momento. Nuestras necesidades, como queremos las cosas, y preocuparse de nuestras inquietudes en el crucero. Durante todo el día, podemos ver al capitán en contacto directo con nosotros, comunicándose con sus pasajeros, explicándonos, tanto desde el puente, como los cócteles privados, diversos temas relacionados con la navegación. Lo más parecido a un gran grupo de amigos. No eres un número más, como en los grandes barcos de crucero.

EL MAR COMO PROTAGONISTA
Que no te asuste. Si lo respetas, es entrañable y delicado. Muchos grandes barcos se aíslan del mar, y nos hacen estar metidos en enormes cajas flotantes, en donde «como a monos de feria», tienen que entretenernos con cosas superfluas. Y fuera, está el universo marino, y por el que la mayoría de nosotros hacemos un crucero. El mar tiene un potente influjo.
Es siempre el protagonista del crucero. La infinidad, sosiego y magnificencia. Está siempre como un inmenso decorado. Si uno se aburre, siempre podemos de meternos en el mar usando su Marina. Dìcese de Marina, a un acceso desde popa, desde donde se despliegan zodiacs para la exploración costera, practicar deportes marinos. O bañarse en el mar. ¿Para que necesitas una piscina?.

Vídeo oficial de la naviera
https://www.youtube.com/watch?v=fLfpz1_E2N4
Asi fue la experiencia personal de Fran camino en Le Ponant