Fiordos en el Costa Luminosa, Stavanger
Día 6: Paseando por la ciudad
![]() | Costa LuminosaNaviera: Costa Cruceros Año construcción: 2009 Tonelaje: 92.600 Tn Pasajeros: 2.600 Tripulación: 921 |
Siguiendo ya la rutina diaria nos levantamos a las 8.00 de la mañana y salimos a nuestro balcón. Ya parecía que nos estábamos acostumbrando a ver el cielo plomizo amenazando lluvia, la humedad en el ambiente y la temperatura más bien fría. De momento esa era la tónica en todas las escalas realizadas, así que siguiendo a pies juntillas el refrán que dice “al mal tiempo, buena cara”, nos dispusimos a desayunar para desembarcar por nuestra cuenta e investigar a fondo la ciudad de Stavanger.
A las 9 bajamos del Luminosa, que en mejor posición no podía haber atracado, estábamos justo enfrente de lo que llaman “old Stavanger”, o lo que es lo mismo, una de las zonas más típicas y de visita obligada y a la que pretendíamos dirigirnos al finalizar la visita.
Stavanger es una ciudad portuaria de Noruega, la cuarta más grande, y famosa por ser escala de muchos cruceros en ruta a los fiordos y por ser la capital petrolífera de este país. Ese día estaba de fiesta, por lo que todo estaba cerrado y si en este país es inusual encontrar vida en las calles, como estamos acostumbrados en cualquier destino del mediterráneo, al ser festivo todavía el movimiento de gente en sus calles era menor, si cabe.
Nuestra primera visita fue la catedral de San Swithun. Esta catedral es la más antigua de Noruega y se halla situada en el centro de la ciudad rodeada de parques. Su construcción es de estilo románico y gótico y va desde el año 1100 hasta el 1125.Esta consagrada a la Virgen María y a San Swithun, patrón de la ciudad.
Seguimos paseando cruzando el parque que bordea la catedral. Allí cerca vimos la oficina de turismo a la que entramos para preguntar por “Sverd i fjell” o lo que es lo mismo “las espadas en la roca”, las cuales estábamos bastante interesados en ver y visitar y sabíamos que se encontraban en las afueras de la ciudad. Se trata de un monumento con tres gigantescas espadas vikingas de 10 metros de altura clavadas en la roca y que rememoran la batalla que en el año 872 unió a toda Noruega. Muy amablemente la chica que se encontraba atendiendo en la oficina de turismo nos quitó la idea de la cabeza, puesto que debíamos ir al lugar donde se encuentra en autobús y al ser día festivo la regularidad de estos era más bien escasa y el lugar algo lejos. Así que desistimos, como en su momento también lo hicimos de acercarnos al sitio quizás más fotografiado y famoso de este lugar, Preikestolen, más conocido como “el pulpito”. Esta plataforma rocosa de unos 600 metros cuadrados corona el fiordo Lysefjord y para llegar a él es necesaria una caminata de unas dos horas en cada sentido, con lo que esta idea ya estaba descartada de antemano.
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Así que con esta perspectiva salimos de la oficina de turismo y seguimos andando en dirección al museo del petróleo. Paseamos por Ovre Holmegate,o lo que es lo mismo, un barrio muy característico de esta ciudad con casitas de colores muy pintorescos, con tiendas y algún restaurante. Todo cerrado por supuesto. Comenzó a llover con bastante fuerza y decidimos entrar al museo, pero como no nos pareció demasiado interesante decidimos volver a la calle y con ello a la lluvia. Como ya nos habíamos dado cuenta, en este país se pasa con una rapidez tremenda de la lluvia al sol tímido y discreto, y eso fue lo que paso al poco tiempo para nuestra alegría. Así que cuando llegamos a la torre vigía de Valbergtarnet el tiempo nos dio una tregua y pudimos seguir con el paseo de una forma más relajada.
Poco a poco fuimos acercándonos al puerto. Allí cerca nos tomamos un café, o más bien algo parecido, pues no tenía mucho que ver con el sabor al que aquí estamos acostumbrados, algo que para los cafeteros empedernidos, como servidora, no deja de ser un tanto frustrante, ¿por qué será que nunca nos saben los cafés como en casa?. En fin, siguiendo con lo nuestro que es lo que realmente interesa, decidimos terminar la visita con Old Stavanger y como suele decirse, lo mejor vino al final. Este pequeño barrio comprende 173 casitas edificadas en torno al siglo XVIII. La mayoría de ellas son pequeñas casas de campo de color blanco. Esta ciudad ha recibido varios premios por conservarlas en tan buen estado y es una verdadera gozada pasear entre ellas. En muchas se encuentran galerías y pequeñas tiendas de artesanía local. De casi todas tengo que destacar sus puertas con faroles encendidos y tiestos con plantas de todos los colores, felpudos vistosos y pequeñas coronas decorándolas a modo de motivos navideños. Toda la zona impecable y muy tranquila. Una verdadera gozada para los amantes de la fotografía como mi marido, que disfruto haciendo muchísimas fotos. Desde allí mismo vimos nuestro camarote, pues estábamos justo enfrente y como a las 13.00 horas zarpábamos y ya eran las 12.00 nos dispusimos a embarcar. La mañana se pasó rápida y a la vez tranquila. Justo al lado de la zona de embarque había unas tiendas de souvenirs en las que entramos como la mayoría del pasaje, pues estaban atestadas.
Una vez a bordo nos dirigimos a la zona de la piscina cubierta donde estaba teniendo lugar la fiesta alemana de la cerveza, con comida típica y como no, grandes jarras de esta bebida.
Después de ver que no se podía dar ni un solo paso, pues toda la gente estaba concentrada allí, optamos por salir a cubierta. Me llamo la atención ver que en lugar de toallas, alrededor de la piscina lo que había eran mantas, lógico teniendo en cuenta el clima y las temperaturas. Así que envuelta en una de ellas me dispuse a ver zarpar.
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Ese día fue pasando con tranquilidad en el barco. Por la tarde tuvimos la visita a las cocinas, las cuales ya habéis podido ver y leer en su correspondiente artículo escrito con anterioridad.
Por la noche tuvimos el coctel para socios de Costa Club, coincidiendo como siempre con la segunda cena de gala, la cual fue como todas las anteriores animada y entretenida junto con nuestros compis de mesa, que llegando ya a este punto del crucero eran ya más que conocidos y como ya iba siendo habitual en nuestra mesa, cerrábamos el restaurante Taurus todas las noches.
Al día siguiente nos esperaba Oslo y con ella un cambio de tiempo que ni en nuestros mejores sueños, por fin parecía que nos despediríamos de la lluvia y del frio, pero eso ya lo dejo para el siguiente artículo.
Continuará…….
Conchi Castañeira.
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![]() | Conchi Castañeira:“Me inicie en el mundo de los cruceros en el año 1999, con la compañía Costa Cruceros, a bordo del Costa Riviera, un barco del que guardo un grato recuerdo. El crucero fue de 10 días, desde Savona a Tierra Santa, pasando por Alejandría y gran parte del Mediterráneo. De aquella los cruceros poco o nada, tenían que ver con los de ahora. No existía tanta oferta ni información. Se encarecían muchísimo más. Los barcos no eran las moles de ahora, tenían el encanto especial de los cruceros que habíamos visto en el cine y, desde luego, se mimaba muchísimo mas al pasajero, era todo más personalizado“ |
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