Escala Dover, Crucero Fiordos y Cabo Norte, días 14 y 15
Crucero en el ms Ryndam de Holland America Line
ms Ryndam
55.819Tn, 1.627 pasaj. Posición actual del ms Ryndam
Itinerario: Rotterdam,Oslo, Kristiansand, Bergen, Tromso, Cabo Norte (Honningsvag), Alesund, Flam, Stavanger, Dover
Navegación Sur, navegación a Dover, Reino Unido
Día 14, disfrutando el barco
El día ha amanecido triste y tormentoso, por primera vez en todo el crucero la navegación se vuelve incómoda; no se puede salir a cubierta pues la lluvia y el friolo impiden y han cerrado la piscina y los yacuzzi, el movimiento del barco así lo recomienda.
Nos dedicamos a dar un paseo por el barco, miramos en los puestos de ropa y accesorios que han colocado junto a la piscina, el último día suelen poner muchas ofertas y siempre hay algún regalo pendiente que comprar. Nos encontramos con compañeros de viaje y cómodamente instalados ante un pequeño aperitivo, recapitulamos sobre nuestras experiencias durante esta travesía. Todos coincidimos en que el recorrido ha sido precioso y variado, la gran costa de Noruega tiene muchos contrastes. Desde que partimos de Rotterdam hasta llegar a Dover recorrimos 3587 millas náuticas (6.635 Km).


Hemos pasado de la soleada Kristiansand a las frías poblaciones al norte del Círculo Polar, visitamos animadas ciudades como Oslo, Bergen, Alesund o Stavanger, otras más pintorescas, con una forma de vida muy distinta dada su latitud; Tromso, Honningvag o Hammerfest, lugares con una naturaleza desbordada como el Fiordo de los Sueños y el Valle de Flam y hemos podido disfrutar durante algunas jornadas del maravilloso sol de medianoche. Creo que no se puede pedir más a un itinerario de crucero.
En cuanto al barco, todos los pasajeros españoles que viajábamos a bordo del Ryndam, éramos repetidores de Holland America Line, no sé que tiene esta compañía que generalmente quien la prueba repite. Todos coincidíamos en que había sido un crucero diferente a los demás en cuanto ambiente, debido a que la mayoría de los pasajeros eran holandeses y no americanos como acostumbra a ser en HAL. Esto es una de las cosas por las que me gusta viajar en barco, aunque hagas el mismo itinerario y con la misma compañía, cada viaje es diferente.
Después de la comida bajamos a nuestro camarote a descansar un poco, antes de afrontar la tediosa tarea de hacer las maletas de vuelta. Para mí es la peor parte de todo viaje. Encontramos las etiquetas de colores para el desembarque y según recogíamos nos íbamos despidiendo del que había sido nuestro hogar durante dos fantásticas semanas.
Antes de la cena, dejamos las maletas en la puerta del camarote, al salir por el pasillo y ver la hilera de equipajes que lo jalonaban, como en cada crucero me invadió la tristeza.
La cena estuvo bastante animada, el comedor estaba lleno y en algunos momentos los camareros hacían verdaderos malabarismos para que no volaran las cosas, en todo el viaje no se había movido el barco, hasta ese día que lo hacía con ganas. Esto no impidió que tomáramos la tradicional tarta Alaska de postre ni que el personal de comedor y cocina nos deleitasen con su desfile de antorchas y sus canciones de despedida que todos coreamos haciendo girar nuestras servilletas, aunque lo haya vivido repetidas veces, es algo que en cada crucero me emociona.
Después de cenar, tomamos una copa de despedida con nuestros compañeros de viaje, donde intercambiamos tarjetas y correos y la promesa de seguir en contacto y quizás la posibilidad de coincidir en un próximo crucero.
Escala Dover, Reino Unido
Día 15, desembarcando en Dover
A las 9’30 h. teníamos el desembarque en el puerto de Dover, fue rápido al igual que la recogida de maletas. Allí mismo nos esperaba un taxista que habíamos contratado por internet. Como nuestro vuelo de vuelta no salía hasta las 17’00 h. el taxi nos llevaría a Canterbury y nos esperaría allí un par de horas para que nos diera tiempo a visitar la abadía, luego nos llevaría al aeropuerto de London City, de donde salía nuestro avión hacia Madrid.
La visita a Canterbury aunque corta resultó muy agradable, pasear por sus calles era como trasladarte a la época de William Shakespeare.
Cuando llegamos a la Abadía, nos dijeron que se podían visitar muy pocas estancias, algunas estaban cerradas por reformas. Aún así compramos nuestros tiques y nos dispusimos a pasear por tan imponente recinto. En el interior sólo pudimos acceder a la cripta, pero pasear por los claustros y jardines mereció la pena, aunque era domingo no se veía un alma por allí, la tranquilidad y el silencio hizo que guarde de esta breve visita un recuerdo memorable.
A la salida nos esperaba nuestro amable taxista que nos llevó al aeropuerto a tiempo para embarcar en el avión que nos traería de regreso a casa, dando por terminadas unas fantásticas vacaciones.
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